Susurrando silencios

¡Avanzaba sus pasos sin querer despertar a la luna!, ¡sin bajar la mirada como un lobo enredado en espinos cuando aúlla a las estrellas!.
Sentía mecer su cuerpo, como un bambú que se arquea a la caricia salvaje del huracán.
Una mano que arrancaba sus raíces del suelo, hasta hacerle cerrar los ojos, dibujando en el aire volutas marcadas por la pasión de un cuerpo ardiente.

¡Marcaba a fuego con el hierro candente de sus labios cada centímetro de su piel!, ¡lento, muy lento!.
¡No era un momento!, ¡no existían los instantes!…
Susurrando silencios, había comprendido el sonido de una caricia, cuando se desliza por una piel en llamas apagando las miradas.
Cerraba los ojos, pergeñando el horizonte con la paleta de la emoción en sus dedos, acariciando a aquel amante de tormentas presto a sucumbir.
¡No es un corazón que palpita!, ¡es un volcán que llama a las puertas, golpeando con furia desatada erizando su piel!.
El sonido de la tormenta escondía sus truenos tímida en la noche, conociéndose salvaje a la luz de un cuerpo desnudo.
Susurrando silencios, comprendió que el viento es capaz de evocar instantes que la noche intenta ocultar entre sábanas revueltas.

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